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El cuerpo de Alejandro yace en coma, en la camilla de un hospital costarricense. Un intento de suicidio lo tiene entre la vida y la muerte, y sin embargo, su espíritu reflexiona sobre el camino que ha tomado. 

La música de la La Balada de los Moluscos 

busca evocar las emociones que escena a escena, van moldeando a los personajes de esta historia.

El sonido, por otro lado, nos ubica en la dimensión del hospital, a la dimensión alterna de Alejandro, para traernos de vuelta a una Costa Rica que se consume en una extraña ceniza roja que esta acabando con la vida en el planeta. 

Ambos elementos se conjugan entre guitarras, cellos, texturas, naves espaciales, ceniza y otros colores, para crear una experiencia aural que invite al espectador a sumergirse en los hechos escénicos, conectando de forma emotiva con la trágica historia de Alejandro, que fue abandonado por su papá y que quizás, solo encuentre consuelo en el lado oscuro

 de la luna.

El cuadro emotivo es una guía que me permite discutir con la directora el viaje emotivo de las escenas a través de la obra, así como la emoción más presente. Las hojas de pies muestran dónde y cuando suena un conjunto de sonidos y músicas. 

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